Avida del infinito,
flechas le clavas al cielo.
Tobogán de crestería
la cal remonta al alero,
mientras calles evidencian
el enigma del misterio.
Veracruz, peina y mantilla;
la Ancha, crespones negros;
resuena en la Fuentarriba
del agua su son etemo;
Toro se ajusta los machos.
antes de entrar en el ruedo
¿Qué dirá Atrás a Negrillos?
Seguramente, «te quiero».
Bajando por la Rosales
— guitarra en sangre por tientos —
dos bocas sellan amores,
solo el herraje por medio.
La tarde, de raso y lila,
es lebrel a campo abierto.
Y, allá en la noche, El Canario
rasga todos los silencios
con quejidos de ultratumba,
siempre viejos, siempre nuevos.
Cuna de la malagueña,
Alora, novia del tiempo.
ANTONIO VERGARA