De la etapa pre-fundacional hay que distinguir dos momentos, uno inicial, desde 1983 a 1989, que coincide con mi estancia como Maestro en el Colegio “San Juan”. Y, el segundo, entre 1989-1992, en el que me incorporo a la Delegación Diocesana de Enseñanza. Los primeros años fueron de un “aprendizaje” en paralelo con el propio desarrollo de la Consejería de Educación, entonces ubicada en la sevillana calle de República Argentina, en el Barrio de los Remedios, y a la que acudíamos con frecuencia, tratando de “ajustar” los centros de la Obra educativa a la nueva realidad escolar que se iba conformando con el desarrollo legislativo y la descentralización autonómica.
Como ejemplo de este empeño, el texto de la Disposición Adicional Segunda del Real Decreto 2377/1985, de 18 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento de Normas Básicas sobre conciertos educativos, es el resultado del tesón de Mons. García Mota por conseguir el concierto educativo para las Escuelas Rurales, que se habrían quedado fuera de él: Excepcionalmente, la Administración podrá celebrar conciertos con centros que, aun no teniendo el número de unidades correspondiente al nivel o niveles de la educación básica, atiendan a poblaciones rurales o suburbiales cuya demanda de escolarización no pueda ser atendida de otro modo. Razón por la que -como testigo de este hecho, que no fue nada fácil- quiero dejar constancia pública del trabajo y la dedicación de D. Francisco a la Obra educativa diocesana, al tiempo que quiero dejar igualmente constancia de mi más sincero agradecimiento tanto a él, como al Obispo, Mons. Ramón Buxarráis, por la confianza y las facilidades que me dispensaron en todo momento para trabajar con total libertad para conocer, estudiar y proponer la mejor solución para esta Obra educativa singular, dentro del marco normativo constitucional y autonómico.
Fue una época de intercambio de experiencias, no exenta de anécdotas, por cuanto vivimos personalmente la construcción de la A-92, teniendo que cambiar continuamente el itinerario por mor de las obras, transitando por las vías alternativas recomendadas en nuestros desplazamientos a Sevilla.
A la preocupación de D. Francisco por el Concierto con las Escuelas Rurales, como medida que garantizara su futuro sin nuevos sobresaltos, se unía su deseo abundar en el carisma de la diocesaneidad con los restantes centros educativos, una vez conseguida su estabilidad, primero con el Convenio con el Ministerio y después mediante su inclusión en el Concierto educativo. A tal fin creó un Consejo de Directores, con los que se reunía periódicamente y a los que animó a participar en las reuniones de FACEDIPA. Y, aprovechando las vacaciones de Navidad, entre el 26 y el 30 de diciembre, los invitaba a participar en unas jornadas en Madrid, en la sede de la Conferencia Episcopal, organizadas con la colaboración de la Comisión Episcopal de Enseñanza, en las que se trabajaba ese sentido identitario de la Escuela diocesana, se analizaba su eficacia educativa y se animaba la convivencia, con objeto de fortalecer su misión como escuela que evangeliza educando.
En aquel Consejo, al que me incorporó D. Francisco como Secretario, se encontraban el Rvdo. D. Antonio Gómez López, como Subdelegado de Educación; Carmen Páez, Directora del Colegio San Patricio; José Carlos Pansard, Director del Colegio Seminario Menor San Pablo, hoy Cardenal Herrera Oria; José Manuel Vallés, Director del Colegio Mons. Rodrigo Bocanegra, de Marbella; José Ayora, Director del Colegio Cristo Rey; Esteban García Mota, Director del Colegio Padre Jacobo; José Carrión, Director del Colegio San Juan; Julio Ruiz, Director del Colegio Nuestra Señora de la Victoria (hoy integrado en el Colegio Cardenal Herrera Oria) y Miguel Ángel Rodríguez, Director del Colegio Espíritu Santo. No participaban los Directores de los Colegios San José Obrero (José Portillo) y Virgen del Carmen (Eduarda Calderón).
FRANCISCO JOSÉ GONZÁLEZ DÍAZ
