24 abril, 2024
Inicio A los pies del Nazareno Pregones XXIX Pregón de la Semana Santa de Álora (2015)

XXIX Pregón de la Semana Santa de Álora (2015)

Pronunciado por José González Lara

Organizado por la Hermandad de Nuestra Señora de la Piedad

 

AL PIE DE LA CRUZ SENTADA ESTÁ

LA VIRGEN MARÍA, MUY TRISTE Y

ACONGOJADA SIN CONSUELO NI

ALEGRIA.

TENIENDO MUERTO EN SUS BRAZOS

LA PRENDA QUE MÁS AMABA,

LA PRENDA QUE MÁS QUERÍA, Y

MIRÁNDOLE LAS LLEGAS QUE EN

PIES Y MANOS TENÍA, TAMBIÉN

LAS DEL COSTADO, EL CORAZÓN LE

PARTÍA.

 

 

Con la venia del Sr. Párroco, Sr. Alcalde, Autoridades de las Hermandades y Cofradías de Álora, amigos  y amigas que estáis aquí presente en este magno templo perote, todos aquellos que desde hoy hasta el futuro se aventuren a leer este pregón, desde ya presente en Facebook y twitter, todos los que lo vean en YouTube en cuanto sea colgado en dicha plataforma, todos los que aporten su comentario en redes sociales.

 

Gracias amigo Pepe por tus palabras. ¡Vaya lujo, vaya suerte la mía que la persona que venga a presentarme seas tú!. Si nos ponemos a pensar en Cofrades perotes, así, con mayúsculas, uno de los nombres que inmediatamente nos viene a la cabeza es Pepe Díaz. Además, juego con la ventaja de tu reconocía bonhomía y de tu reconocida sensatez. Eres, como dijo Machado en su retrato, “en el buen sentido de la palabra, bueno” Insisto, muchas gracias.

Voy a empezar citando a Pedro Salinas. Iniciaba una de sus poesías más íntimas con cinco palabras que me he permitido apropiar esta noche:

Qué alegría vivir sintiéndose vivido.

Salinas evocaba la sensación de sentirse amado. Algo parecido fue lo que este pregonero sintió cuando mis amigos Cristóbal y Salvador me propusieron, en nombre de mi Cofradía ser pregonero de la Semana Santa de Álora. Gracias Hermano Mayor. Gracias Cofradía.

Lo cierto es que, igual que a los niños se les pregunta qué quieres ser de mayor y cada uno dice lo que le parece, futbolista, médico, enfermera, bombero…, si a mí me lo hubieran preguntado, creo que yo hubiera respondido: Yo de mayor quiero ser pregonero de la Semana Santa de mi pueblo.

Aunque así era, cuando te proponen ser pregonero de la semana santa que siempre has vivido, primero te emocionas y respondes con un sí a pecho descubierto, con la boca más grande y más generosa que puedes poner. Cuando te sientas delante del ordenador, en casa, a solas, y recapacitas…, da un poco de vértigo ver los nombres de quienes me precedieron en este atril. Pero da mucho vértigo suceder tan magníficos pregones. Es mucho más alta la responsabilidad de estar a la altura de lo que la Semana Santa de mi pueblo se merece que la capacidad de este pregonero, acostumbrado a redactar requerimientos, demandas y contratos, para escribir, o mejor dicho, describir, lo que hierve dentro de mi corazón cuando pienso en la Semana Santa de mi pueblo.

Espero ser digno del honor que me habéis encomendado, y que, dentro de unos instantes,  cuando salgáis de este templo, os sintáis orgullosos de vuestra elección.

Por otro lado, Me gustaría dedicar este pregón a dos personas. En primer lugar a mi viejecita. Dentro de unos días cumplirá noventa años. La puñetera enfermedad impide que tenga consciencia de que su hijo es pregonero. En otras circunstancias estaría ahí, entre los primeros bancos, orgullosa y seguro que haciendo pucheros viéndome aquí. Va por ti, madre.

En segundo lugar, alguien que ya no está entre nosotros, alguien que ha sido también pregonero, allá por el año 1991. Alguien al que muchos, le debemos muchas cosas, muy importante en nuestras vidas, especialmente en la Cofradía de la Piedad y en la de sus hermanos. Me refiero a D. Francisco Ruiz Salinas, al Cura Paco. No soy el primero que lo cita en este atril. Muchos lo han hecho antes que yo al pregonar la Semana Santa. Por algo será. No quiero quitar valor al trabajo de todos y cada uno de los sacerdotes que han pasado por esta parroquia. Hablo en primera persona. Si el Cura Paco no hubiera estado en mi entorno personal y familiar, mi vida hubiera sido otra diferente. Seguro. Creo, estoy totalmente convencido que así ha sido en la vida de numerosos perotes y perotas. Además, querido Alcalde, voy a formular una propuesta a la Junta de Gobierno de mi Cofradía para que solicite al Ayuntamiento que algún espacio público de nuestro pueblo vaya dedicado al mismo. Pienso, humildemente, que en Álora, su trabajo merece ser recordado de forma permanente. Por eso quiero que este pregón, con todo su trabajo, vaya dedicado a su memoria.

 

Voy también a tomarme la licencia de apartarme del sentido litúrgico de la Semana Santa. Entiendo que para hablar de lo litúrgico, de la doctrina católica en torno a la Pasión y Muerte de Jesucristo están nuestros sacerdotes y para contarnos y explicarnos lo que dice el Evangelio nadie mejor que ellos. Además, no soy ningún experto como otros muchos que me han precedido y no puedo aportar nada a lo que tan brillantemente han hecho ellos.

Tampoco voy a utilizar referencias históricas en este pregón.

Tampoco voy a adornar mi pregón con poesías, propias o ajenas, salvo alguna pincelada y más por lo que recuerda que por lo que dice. Sin embargo, no me voy a apartar de la tradición cultural, del evento sociológico que es la Semana Santa Perota.

Mi pregón va a utilizar dos verbos fundamentalmente, disfrutar y sentir.

Puede parecer contradictorio si analizamos las instantáneas que se suceden en el Evangelio desde que Jesús entra en Jerusalén a lomos de la Pollinica, usar el verbo disfrutar, pero insisto, mi pregón no es estrictamente litúrgico. MI pregón es callejero y  es callejero, porque es en la calle donde todos y cada uno de nosotros disfrutamos de todos los momentos que nos ofrecen nuestras cofradías. Sí, en sus altares también, pero aquí y en Semana Santa es en la calle donde las vemos, donde las lloramos, donde nos emocionamos. Es en la calle donde las sentimos y no sabemos con qué sentido las sentimos porque a lo mejor las sentimos con todos los sentidos. Porque ese pellizco que se nos coge aquí dentro es algo que se siente, que se siente de verdad.

Sentir. Sentir está íntimamente unido al verbo disfrutar.

Sentir y disfrutar cuando experimentamos sensaciones, cuando apreciamos lo que nos ofrecen nuestros sentidos y es que en Semana Santa, y en Álora señores, se siente de las dos maneras y eso es lo que quiero que notéis.

Porque nuestra Semana Santa no vive solo de los grandes actos, que también. Esos grandes actos son los que la hacen conocida por tanta gente y por tantos sitios. Nuestra Semana Santa también vive de esa sucesión de pequeñas experiencias que si somos capaces de apreciar, o mejor dicho, de sentir, se convertirán en los auténticos recuerdos imborrables que mantendremos para siempre dentro de nosotros. Me gustaría que este no fuera mi pregón, sino vuestro pregón, el pregón de cada uno de vosotros, el pregón que se hiciera a base de los retazos de la vida de cada uno de vosotros y que le da sentido a vuestra Semana Santa.

Y para sentir, necesitamos prestar atención a nuestros sentidos, ponerlos a nuestro servicio, darnos cuenta de lo que percibimos por cualquiera de ellos.

En cada momento de nuestras vidas, despreciamos innumerables estímulos que recibimos, además los despreciamos de forma inconsciente. No nos damos ni cuenta.

Nuestra rutina nos impide muchas veces apreciar situaciones únicas e irrepetibles y dejamos que se nos escapen como el vapor de los pucheros por la ventana de la cocina.

Y aprovecho la referencia a la cocina, y la referencia a los sentidos porque nuestra Semana Santa no se puede contar, sin pensar que desde el miércoles de ceniza, en nuestras casas se cocina pensando que estamos en cuaresma. Para saber quiénes somos no podemos olvidar de dónde venimos.

Y esa tradición de cocina de cuaresma que estamos obligados a mimar, a mantener, a difundir, nos viene a evocar a través del gusto, no solo la Semana Santa que estamos viviendo, no. Nos recuerda  a nuestra infancia, a las casas de nuestras abuelas y a ese zafarrancho de Viernes Santo, donde como en la misma nochebuena se juntaba toda la familia después de la despedía a comer ese potaje de garbanzos con bacalao, cada uno a su estilo, cada uno con su secretillo, pero todos cumpliendo con la tradición. Fijaos con qué claridad tenemos ese recuerdo, recuerdo personal, de la Semana Santa, pero personal, seguramente más intenso que las mismas procesiones de aquellos años.

A eso me refiero, a esa Semana Santa de Álora, que no sale en las revistas ni en los documentales, pero cada uno de nosotros recordamos. Esa Semana Santa que está construida con las vivencias de cada uno de nosotros.

Esa Semana Santa que también percibimos tocando. Tocando nuestra túnica, recién planchada, esperando en su percha a que llegue su día, nuestro día.

Acariciando, con tanto respeto que casi ni rozamos la túnica de nuestro Cristo, la saya de nuestra Virgen, el manto.

Recordad los momentos en los que nos hemos acercado a nuestro titular en un besamanos, o un besapié. Veis que no solo tocamos con las manos. También cuando besamos, o cuando nos abrazamos a la gente que hacen la Despedía, cuando, finalizado su momento dejan los varales.

Y como no, a todos los que habéis tenido, como yo lo he tenido, el privilegio de haber llevado alguna vez un trono. Recordad esa sensación que mezcla la euforia, el descanso, el dolor en el hombro, la satisfacción del deber cumplido, esa sensación que hemos percibido cuando tras el último toque de campana posamos el trono en el suelo, esa sensación nos la trasmiten nuestros sentidos.

¿Y cuando levantamos el trono la primera vez en nuestra vida?, Cuando es la primera vez que arrimamos el hombro, es como si el círculo se cerrara. Cuando hemos pasado, con nuestra túnica, del carrito de bebé a la mano de nuestra madre o nuestro padre, luego al bastoncillo, al banderín, a la maza o al cirial y por fin, hemos crecido y podemos llevar nuestro trono de nuestro Cristo o de nuestra Virgen.

A partir de ahí, podremos llevar tronos toda nuestra vida, pero ese primer toque de campana, y ese último toque de esa primera vez, son inolvidables. Nunca recordaremos otro año con la misma intensidad que recordamos ese año. Os lo digo en primera persona. Yo lo viví en 1981. He llevado tronos muchísimos años, pero recuerdo los detalles de cada parada de ese año como si acabara de ocurrir esta misma tarde.Si cierro los ojos puedo volver a sentir como me colocaba una y mil veces la almohadilla del trono buscando la postura más correcta o como nos cambiábamos de lugar al empezar a subir la Calle de Atrás para que los más fuertes empujaran cuesta arriba. ¿No os pasa a vosotros también?

Estos momentos son los que pretendo evocar en vuestra memoria para conseguir que este pregón sea vuestro pregón y no el mío.

Y, amigos, la Semana Santa de Álora, también se huele. Quizá sea una de las expresiones más utilizadas, más tópicas en el entorno cofrade: “Ya huele a Semana Santa”.

Los olores nos ponen en nuestra memoria la fotografía concreta del recuerdo, el golpe de flash que congeló la imagen hace… tal vez 40/50 años o quizá más. Y no me refiero solo a los olores de la cocina, que también. Son otro tipo de olores que identificamos más con la Semana Santa, algunos tan evidentes, como el de la cera, otros…, tan dulces, porque también hay olores dulces, como los del romero, los del incienso. ¡cómo es el incienso! ¡cómo nos recuerda en cualquier momento del año a las procesiones!. Igualmente es dulce el aroma de las flores que ponemos en nuestros tronos, claveles, azucenas, lirios, nardos y sobre todo una, que además no suele ir en el trono.

Sí, sí hay un aroma, un olor que identificaría a nuestra Semana Santa y la distinguiría de cualquier otra, un olor esencial, un olor que ya proclamó Pepe Morales en el primer pregón desde el mismo comienzo cuando cantaba “Álora se viste de azahar y flores nuevas”. Sí amigos. Cuando la primavera va ocupando el sitio que le corresponde y viene uno a Álora desde cualquiera de los puntos cardinales, en el camino y en Álora se respira azahar y cuando en Álora huele a azahar es que la cuenta atrás ha comenzado y la Semana Santa, de forma inminente, se va a asomar a nuestras vidas. A veces, la velocidad de este tiempo que nos ha tocado vivir no nos permite hacerlo. A veces, ni nosotros mismos somos conscientes, pero probad,

todavía estamos a tiempo.

Abrid las ventanas de vuestros coches cuando vengáis por la vega y dejad que ese aire perfumado ocupe vuestro coche, o mejor, parad el coche y dejar que el aire de azahar os ocupe a vosotros mismos. En Álora, tanto o más que el incienso ese es el olor a Semana Santa. No es el olor de los tronos, pero si es el olor que nos anuncia la buena noticia, es el olor que nos dice que pronto volveremos a ver en nuestras calles a nuestros Cristos, a nuestras Vírgenes y a nuestros Santos.

 

Estamos empapándonos de Semana Santa, estamos colmándonos de sensaciones, de evocaciones de recuerdos, recientes y antiguos. Vamos a escuchar Semana Santa.

No es lo mismo oír que escuchar. Ya lo decía San Pablo en la carta a los romanos. A mí me gustaría que de aquí en adelante, y en relación con la Semana Santa la escucháramos.

 

¿Alguien es capaz de imaginar una Semana Santa en Álora sin música?.…

 

Ahora mismo nos parece imposible y no hablo, solo, de paracas y legionarios, ¿Alguien se imagina una Semana Santa de Álora sin escuchar el Bolero, la Muerte no es el final, el Novio de la muerte, Cristo de la Agonía, Mater mea, la Madrugá…?

 

Y no solo eso, ¿alguien se imagina una Semana Santa de Álora sin que suenen las campanas del trono?

 

Y también tenemos que escuchar, con perdón de otras cofradías que salen en otros días, el sonido de la calle del Jueves Santo y Despedía y diferenciarlo, contraponerlo al sonido del Viernes Santo. El Jueves Santo y la Despedía son los días del año donde toda Álora, la que está aquí y la que está fuera sale a la calle, donde los perotes nos reencontramos con nosotros mismos. Donde andar es imposible. Donde los sonidos de semana santa alcanzan más decibelios.

Y el Viernes Santo…. El Viernes Santo no hay sonido más ruidoso que el silencio. Bajo un trono, cubierto con faraona en la noche de un Viernes Santo en Álora, el silencio atruena en nuestros oídos.

Nos invade.

Nos ocupa.

Además, de tal manera que solo podemos afrontarlo enfrentándonos a nosotros mismos, a nuestros orgullos y nuestras miserias. Ese rato de silencio es un encuentro brutal con uno mismo y os aseguro que hasta el menos apegado a la oración acaba encontrándose hablando con Dios

No es el silencio de por las noches en nuestras casas cuando vamos a dormir, no son los diálogos con la almohada, no.

Es algo muy diferente porque es compartido.

Es solidario.

Es escogido.

Es plural y a la vez individual.

Es íntimo.

Es un cara a cara con nosotros mismos.

Es nuestra propiedad

Es nuestro dominio,  a veces salimos de él con un zarandeo, con la orden del mayordomo transmitida a través de la campana.

Es emotivo.

Es prudente.

Cuando el trono se encierra y alzamos la faraona, no somos los mismos, por unos segundos o para toda la vida.  La reflexión que hemos conseguido durante el trayecto será para nosotros siempre.

 

Hasta ahora, todas nuestras evocaciones, nuestras llamadas a lo más hondo de la memoria ha sido a ojos cerrados.

Vamos a abrir los ojos,

vamos a henchirnos de imágenes reales, imágenes de nuestro presente, imágenes de nuestro pasado, pero imágenes vivas.

Acordaos de aquel refrán de que una imagen vale más…, Es tanto lo que recibimos por la vista que incluso momentos que recordamos por un olor, por una caricia… acaban convirtiéndose en imágenes.

Amigos, nuestra Semana Santa es una explosión de imágenes. Ni la mejor de las cámaras de fotos es capaz de captar la inmensidad de cada uno de los instantes. Podemos plasmar una instantánea, pero la siguiente supera a la anterior y la siguiente a esta y así de forma infinita.

  • Fijaos en el traslado de los Estudiantes. ¿Hay algún lugar en el mundo donde pueda haber algún traslado que emocione, inquiete tanto como este? ¿Puede haber algún lugar en el mundo tan integrado plenamente en la Semana Santa como nuestro Castillo de las Torres?. Pensadlo, además visto desde la simbología que para los perotes arroja las Torres. Pensad que por ese camino, Carril arriba, hace cientos de años ya subían nuestros antepasados buscando protección…, igual que ahora lo hacemos nosotros.
  • ¿Y oídme, hay algún lugar donde haya una Virgen de los Dolores como la nuestra y un templo como el nuestro y se pueda pensar un traslado claustral como el que se hace aquí el Viernes de dolores?
  • ¿Y alguien puede pensar en un Señor de la Columna como el nuestro? ¡Cuánta historia y cuantas historias habrá escuchado desde su altar! ¡Cuanto tiempo esperando su oportunidad! ¡Qué suerte tenemos los perotes de 2015 de verlo en la calle! Da gusto ver, también, capirotes en mi pueblo. A mí me gustan, y como son tan poquitas las procesiones que los sacan y tan poquitos los nazarenos que los lucen…
  • ¿Alguno de vosotros puede pensar en otra Pollinica y otra Virgen del Amparo como la nuestra? Cuantos años enseñando a tantos niños a ser cofrades, a salir en una procesión, a respetar el orden de una cofradía. ¿Puede haber más luz y más color en una calle que una mañana de Domingo de Ramos en Álora?
  • También os digo que no hay lugar en el mundo en el que el Huerto salga y se recoja del Calvario, que sí, que en nuestro pueblo el Huerto de Getsemaní está en el Calvario. Si alguien no ha visto la salida, o el encierro, del Huerto, que lo haga. Si alguien no ha visto al Huerto por la calle Calvario, que lo haga. Pero que lo haga ya. No os lo voy a contar,  id a verlo. Seguro que me lo agradecéis.
  • ¿Imagináis algún otro sitio mejor para hacer un viacrucis con el crucificado a hombros, y en las primeras horas del Jueves Santo?
  • Cuando miramos a los pueblos de la comarca, a los de más tradición semanasantera vemos que la rivalidad es entre verdes y moraos, entre Veracruz y nazareno. Aquí no. Aquí la verdadera rivalidad sana, histórica es entre Jesús y Dolores, entre el Señor de las Torres y la Virgen de los Dolores que rivalizan en belleza, que rivalizan en orgullo, que rivalizan en fervor, que rivalizan en hermandad cofrade, que rivalizan el Jueves con la presencia de Estudiantes y de San Juan y que rivalizan el Viernes en la despedía. Para los que no somos hermanos ni de una, ni de la otra, es difícil porque si a uno lo puede enganchar el Señor de las Torres y esa bajada de ese último tramo de la Calle Ancha, lenta, contenida, casi susurrante a pesar del bullicio, no es menos que ver a la Virgen de los Dolores salir bajo palio… es imponente.
  • He dicho antes San Juan y, por supuesto Virgen del Amor. ¿Alguien me podría señalar algún barrio en el mundo donde la vinculación, el amor y la reciprocidad con una cofradía sea mayor que aquí, en este barrio, con San Juan y con la Virgen del Amor?. Además, la primera túnica que yo he vestido ha sido la de San Juan…, y, sí, tengo el corazón partío. Mi cofradía me llena mucho, pero esos años de nazareno de San Juan…
  • Y el Cristo de los Estudiantes…Lo habéis visto alguna vea bajar por la Calle Ancha, entre la tarde y la noche, con el contraluz… con la luna llena… De alguna forma, pasa como con el Señor de la Columna. ¿os imagináis cuantas plegarias, “señor ayúdame a aprobar el examen”  ha escuchado?
  • De la Despedía…, no digo ná. Ahí si que no tengo dudas que en todo el mundo no hay nada que se le aproxime, pero para emocionarte con la despedía hay que ser de aquí o vivirla desde muy adentro. Es muy difícil explicar la despedía si uno no la ha mamao desde chiquitillo. Es muy difícil explicar por qué lloramos y nos abrazamos cuando los tronos suben y bajan y suben y bajan y suben y bajan hasta que terminan. Si uno lo cuenta de forma objetiva es una brutalidad pero si uno lo siente no lo puede contar de forma objetiva.
  • Y, por la parte que me toca, ¿es posible imaginarse algo parecido en otro lugar a una Piedad como la nuestra saliendo de una Veracruz como la nuestra y paseando por un pueblo como el nuestro atravesando sitios como Calle la Parra, Zapata, Plaza Baja o Calle de Atrás?. ¿No os estremecéis cuando el trono asoma por el arco de la Vera Cruz y suena Cristo de la Agonía?, la habéis escuchado hoy. ¿No hay un momento donde las notas musicales ralentizan el tiempo y parece que todo se para, y que hasta la respiración se hace más lenta en ese momento de Viernes Santo hasta que, ya en la calle, y al toque de campana se sube el trono a los hombros?
  • ¿Es posible pensar en un Viernes Santo más emocionante que cuando comparten calle la Piedad, Santo Entierro, las Ánimas y Soledad? Es la misma Álora de horas antes, es la misma Álora donde nos apresuramos a guardar la Semana Santa que hemos vivido hasta instantes antes y sacamos a la calle nuestra Semana Santa más recogida, más introvertida. Si coincide con una noche clara, sin nubes, bajad y ved cualquiera de las procesiones desde la calle Bermejo y mirando hacia la torre de la Parroquia. No os lo cuento. Vedlo.
  • Cristo resucita en Álora cada Domingo de Resurrección, y nuestras calles se convierten en un collage de nazarenos.

Bien amigos, si he sido lo suficientemente gráfico, posiblemente al ir desgranando momentos de nuestra Semana Santa, habréis imaginado, habréis puesto imagen a ese momento, ese era mi objetivo AHORA.

Sin embargo, como dije al principio quiero ir más allá en el pregón, quiero ir a que busquéis vuestro pregón, vuestros recuerdos En las fotografías que busco, con ser de Semana Santa, con ser de nuestra Semana Santa hay matices diferenciadores. Cada uno recuerda el momento como lo ha vivido y las vivencias de cada uno son forzosamente diferentes a las vivencias de los demás. Son momentos como ese año donde fuisteis mayordomos de trono por primera vez, ese momento donde ayudasteis a montar la imagen en el trono, donde fuisteis a coger anea al río para hacer las morcillas para las flores, o al Hacho por romero o por pencas, ese año donde salisteis tocando el tambor por primera vez, esa vez en que estrenabais el cargo de Hermano o Hermana Mayor, esa comida de Hermandad inolvidable.

Esas son las fotografías, esos son los momentos, esas son las imágenes de nuestra Semana Santa. Cada uno de nosotros tiene las propias. En todos los casos, siempre está nuestro Cristo, nuestra Virgen, nuestro Santo alrededor de nosotros, o, mejor dicho, nosotros alrededor de él. A este punto he querido llegar desde el principio del pregón.

Por un lado es una invitación a que cada uno de vosotros cree sus propios recuerdos, sus propias imágenes, sin dejar que las prisas, la rutina o la consideración de que todos los años es lo mismo deje pasar cada momento, os lo digo a todos vosotros, amigos y también os lo digo a vosotras, Cofradías. Abrazad cada momento, cada detalle, cada encuentro con vuestros hermanos y disfrutadlo. Vendrán otros diferentes, pero estos que ya han pasado no. Y cuando hayan pasado guardadlo en el álbum de fotos de vuestra memoria, de vuestros recuerdos y, de vez en cuando, sacadlos, desempolvadlos y compartidlos.

Si he conseguido que me escucharais habréis comprobado que he desgranado algún brochazo de cada una de las cofradías, pero tampoco he ahondado en ninguna de ellas.

Ni lo he pretendido antes, ni lo pretendo ahora porque en el sentido callejero que he pretendido darle al pregón, en el sentido subjetivo, de apreciación individual de cada momento no cabe. Si a uno le emociona la Pollinica, su Semana Santa, sus vivencias, sus recuerdos estarán enfocados en blanco y celeste, con palmas y olivos y así podría seguir con todas las cofradías, pero este pregonero no es nadie para ordenaros vuestros recuerdos, vuestras vivencias que os pertenecen solo a vosotros.

En cambio este pregonero sí pretende que busquéis en vuestro pasado, y que las creéis en el futuro, que llenéis vuestra memoria de álbumes de vivencias y de sensaciones de Semana Santa y si puede ser, que sean vivencias y sensaciones de toda la Semana Santa.

Que escribáis en vuestra memoria el pregón de lo que habéis vivido y sigáis completándolo año tras año.

Que viváis con pasión la Pasión de Cristo según Álora y que expongáis hacia el exterior, hacia fuera de vosotros mismos, toda la entrega y toda la intensidad que seáis capaces de transmitir.

 

Ese es vuestro pregón. Este es mi pregón.

 

Empecé con una cita de un poeta, y voy terminando con la cita de otro poeta, también relacionado con la Semana Santa en alguna de sus creaciones. Serrat, el autor de la saeta que adaptada a marcha procesional escuchamos en nuestras procesiones, escribió en otra de sus canciones:

No hay nada más bello que lo que nunca he tenido. Nada más amado que lo que perdí.

Escuchadme, el futuro siempre puede ser más bello, la próxima Semana Santa siempre puede ser mejor si cofradías, cofrades, semanasanteros, cristianos e incluso no cristianos amantes de la Semana Santa queremos que así sea.

Pero, también, no os olvidéis, no podemos dejar que sea por el motivo que sea nuestras cofradías languidezcan.

Tenemos, TODOS, la obligación de ayudar a los que están empezando o a los que están pasando por momentos de dificultad. Es nuestra obligación, primero como cristianos, pero también como cofrades. Si una cofradía, como la Pollinica en 2014 necesitó ayuda para poner a la Pollinica y a la Virgen del Amparo Auxiliadora en la calle, ahí deberíamos haber estado todas las demás. Ese año le ocurrió a la Pollinica, pero cualquier año nos puede pasar a cualquiera de las demás. No podemos dejar que la complacencia o la insolidaridad nos hagan mirar a otro sitio. Si somos cristianos, si somos cofrades debemos estar junto a las cofradías que tengan cualquier tipo de dificultad, al igual que debemos estar con nuestros vecinos que también pasan por dificultades. Insisto somos cristianos y para nosotros no vale mirar para otro lado. Ni tan siquiera deberíamos esperar que nos lo pidieran. Todos debemos dar un paso adelante para ayudar y trabajar codo con codo y no solo con nuestras cofradías. De qué nos sirve ponernos el traje de cristianos o de cofrades  si vemos a nuestro alrededor a otras cofradías desangrarse y no hacemos nada por ayudarle.

También quiero tener un recuerdo y os pido que los tengáis presentes. Va para todos aquellos cristianos perseguidos y asesinados de forma atroz y en pleno siglo XXI, solo por ser seguidores de Cristo.

Antes de poner fin, no quiero olvidarme en el bolsillo el agradecimiento para mi familia. Los que habéis pasado por este atril ya sabéis el tiempo que requiere la preparación de un pregón y ese tiempo siempre sale, al final, de quienes más te necesitan. Gracias familia.

Termino ya, antes de que la duración o la monotonía hagan más mella en vuestra atención. Termino con una última cita, esta vez de una canción de Chambao, que evidentemente no tiene nada que ver con la Semana Santa, pero sí con este pregón:

Déjate llevar por las sensaciones.

Muchas gracias.

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