En 1956, la Hermandad de Jesús vivió un acontecimiento que quedaría grabado en su memoria colectiva: por primera vez, una niña, con meses, vestía la túnica de Nazareno. Era una época donde esa prenda solo estaba reservada para los varones. Un acto de amor paterno que décadas más tarde nos damos cuenta de que rompió con las convenciones sociales de la época.
La protagonista de esta historia fue Marisa Segura, una niña que, como primer fruto del matrimonio de sus padres (José y Victoria), vivió una tradición que, hasta entonces, era nada común para las recién nacidas. Su padre, directivo histórico del Señor de las Torres fue, probablemente sin pretenderlo, un hombre adelantado a su tiempo. Decidió que su hija primogénita llevaría la túnica de Nazareno en aquella Semana Santa.
Con este gesto rompió las barreras de género que, por años, habían delimitado los roles de las mujeres en las procesiones de la Semana Santa de Álora. A mi me consta que fue así porque mi tía Mari Carmen, recientemente fallecida, quiso hacerlo de niña y nunca pudo.
Marisa aunque es bajita de estatura, su presencia se hace grande gracias a su extroversión, siempre dispuesta a interactuar y hacer sentir bien a los demás. Cercana y cariñosa, su forma de ser ha hecho que todos los que la conocen se sientan acogidos por su calidez y su energía positiva, que ya disfrutaron sus antiguos alumnos y que hoy día se vuelca en la recopilación de datos, fotos y anécdotas de Álora asegurándose de que las generaciones futuras puedan acceder a la rica historia de la localidad. Sin duda, su trabajo es una valiosa contribución al patrimonio cultural de Álora.