Señor Jesús, silencio. Silencio que lo invade todo. Silencio esperanzado, pero también silencio miedoso, extraño, contrariado, incierto… Silencio. Así es la mañana del Sábado Santo y así es esta mañana en nuestras ciudades y pueblos. Silencio por todas partes.
Señor Jesús, ayer te acompañamos hasta el final. Recorrimos contigo el camino hasta la Cruz y sobre la tuya repasamos las nuestras porque sabemos que tu amor por nosotros es de tal calibre, que puede perdonarnos todo y darnos vida. Que por pura misericordia puede sanarnos y resucitarnos contigo.
Señor Jesús, pero para poder VIVIR hay que morir. No queda otra. No somos invencibles, no somos infinitos, no lo podemos todo, no somos capaces de b volver a nacer, ni el mayor de nuestros amores es como una brizna del amor que hace falta para poder resucitar a alguien… Y es que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, es imposible que nazca fruto.
Señor Jesús, mantennos despiertos esta mañana. Haznos ver a qué debemos morir. Haz que preparemos nuestro corazón a la Pascua, prepáranos para vivir en modo resurrección. Que saboreemos este silencio que es la antesala del grito Pascual del Aleluya. Que no olvidemos que aquel que da su vida por los demás, te tendrá siempre con él. Así te lo pedimos. Así sea
Fuente: Óscar Alonso Peno – Responsable Área Pastoral FEC