20 abril, 2024
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XXVIII Pregón de la Semana Santa de Álora (2014)

Pronunciado por José Diaz Borrego

Organizado por la Hermandad de Jesús Orando en el Huerto y María Santísima de la Paz

 

PREGÓN SEMANA SANTA 2014

Hay en Nazaret una  Basílica dedicada a la  Anunciación que tiene forma del cáliz de una azucena, pero invertida.

Y hay en Jerusalén una Iglesia dedicada a la  Ascensión del Señor que está hecha sin techo.

SALUDO:

De pequeño, mi madre, a la vuelta de misa me preguntaba de qué color iba vestido el cura. Si no acertaba me enviaba de nuevo a misa.

A ella, por haberme enseñado el buen camino, deseo dedicar este pregón.

Para desarrollar un pregón de Semana Santa, generalmente, se acude al Vía Crucis y se van desgranando cada una de las estaciones cronológicamente. Yo, en un intento de resaltar la vida familiar,  acentuar los importantes momentos vividos por Jesucristo y su Madre, y destacar varias miradas trascendentales entre Ellos; he optado por basarme en los Siete Dolores de la Virgen, que a su vez, es una forma más de vivir la pasión; pero desde la infancia de Jesús.

También me ha hecho recurrir a esta formula el hecho de que en Alora, lógicamente, no están representadas todas las escenas de la pasión; por lo que no era imprescindible contemplar las 14 estaciones.

Y también,  porque lo necesito para cuando llegue el momento de hablar de la Despedía.

No voy a hablar nada de mis vivencias, como sé que hay quienes lo esperan.

Pienso que hay mucho bueno por fuera para hablar de mí mismo, que no paso de ser un cofrade más, aunque con una vida cofrade bastante dilatada.

Sí lo voy a hacer, por necesidad del guión, de un grupo de niños en el que me incluyo; al que llamaremos “los niños de la calle Atrás”

 

Primer dolor: La profecía de Simeón

 

La Virgen entra en el templo a presentar a su hijo y a purificarse como mandan las leyes.

Simeón, que hasta ese momento se había dirigido a todos los presentes; bendiciendo en particular a José y María, ahora predice sólo a la Virgen, que participará en el destino de su Hijo  inspirado por el Espíritu Santo y le anuncia: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones

Así, el santo anciano, a la vez que pone de relieve la creciente hostilidad que va a encontrar el Mesías; subraya las repercusiones que esa hostilidad tendrá en el corazón de la Madre. Ese sufrimiento materno llegará al culmen en la pasión, cuando se unirá a su Hijo en el sacrificio redentor.

«¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!-

 

El segundo y tercer dolor,  son dos tiernas escenas de Jesús Niño; pero que son el preludio de lo que ocurrirá cuando llegue el momento de lo que solemos llamar su vida pública.

 

La persecución de Herodes y la Huida a Egipto:

 

La desgarradora escena de los romanos, espada en mano, es para ellos como un juego de azar a ver quién tiene la suerte de hacer desaparecer de la tierra al adorado rey por los Magos de Oriente.

No será la única vez que utilicen los juegos de azar durante la pasión.

Esa tierna escena de la Virgen con el niño en brazos, montada sobre un  borriquillo; guiados por San José; nos está también anticipando la forzada huida con sus apóstoles y discípulos de lugar en lugar, hasta que llegue la hora en que El mismo dejará de hacerlo para ser apresado.

 

Jesús perdido en el templo, por tres días:

 

En este tercer dolor, vuelve a plasmarse  el sufrimiento de la pasión por medio de la ausencia entre el Hijo y su Madre.

Vuelve a ser el preludio de esa época en que Madre e Hijo tendrán que vivir separados por motivo de su vida de predicación hasta llegar a la pasión.

 

La vida familiar en Nazaret pudo durar hasta poco tiempo antes de la boda de Caná, a la que asisten Jesús, La Virgen, y ya, también los discípulos. Sobreentendiéndose que ya está en los comienzos  de anunciar la buena nueva.

La boda de Caná, parece a simple vista una historia sencilla con un final feliz; pero tiene un trasfondo importantísimo. De eso se da uno cuenta cuando, como en este caso, está preparando un pregón de Semana Santa.

Ya había empezado Jesús su ministerio, y estaban con él su Madre y los discípulos.

«Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora».

Aquí se nos está demostrando una complicidad redentora entre los dos.

María es la única que sabe que Jesús es el hijo de Dios.

Los discípulos, hasta ahora,  solo notan que en su interior se está fraguando una fortísima fe en su Maestro.

El pasado año, la Iglesia ha celebrado de una forma extraordinaria El Año de la Fe con solemnes cultos y magnas procesiones, además de exposiciones y toda clase de eventos.

A propósito del año de la Fe ¡Qué pobre hemos sido las hermandades de Alora ante un acontecimiento tan rico!

Una gran desilusión.

Es bueno recordarlo para que no nos vuelva a ocurrir.

Desde aquí, agradecer a nuestro párroco el Vía Lucis que nos ofreció a las cofradías, para que lo fuéramos desarrollando.

 

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Cuando llegaron cerca de Jerusalén, en el Monte de los Olivos, Jesús envió por delante a dos de sus discípulos y les dijo:

-Entrad en la aldea que tenemos delante, y en seguida os encontraréis una asna atada con su pollino. Soltadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, contestadle: «El Maestro los necesita. Luego los devolverá.»

Esto se hizo para que se cumpliera lo que se dijo por medio del profeta cuando dijo: «Decidle a la Hija de Sión: «Fíjate: Tu Rey viene a ti, benigno y cabalgando en una asna con su asnillo, hijos de animal de yugo. «»

 

Para comprender más claramente el significado, debemos partir de la base de que eran tiempos de grandes suntuosidades. Los dirigentes romanos tenían por costumbre, para diferenciarse de las clases inferiores, el hacer alarde de toda ostentación imaginable;  entre otras cosas, no  apareciendo en público andando;  pues eso significaba como una bajeza.

El caballo ha simbolizado los tiempos de guerra, y el asno, tiempos de paz.

El uso que Jesús hizo aquí de un asno, además de un acto de humildad, fue para significar que El era el Príncipe de Paz, más bien que el capitán de un ejército.

 

Pues, el recorrido triunfal del rey de los judíos y, sobre todo, la entrada por la Puerta Dorada, tendría en lo sucesivo y hasta ahora, una importante repercusión.

 

Repercusión para los musulmanes:

La Puerta Dorada, está cerrada desde 1541 por orden del sultán turco Solimán el Magnífico, que por aquel entonces dominaba Jerusalén;  porque según la tradición judía, es la que utilizó el Mesías para entrar en la ciudad.  A su vez los musulmanes crearon un cementerio en el exterior de la puerta.  Ellos estaban convencidos de la profecía de Elías, que anunció que, en su muy esperado regreso por parte de los judíos, el nuevo profeta no se atrevería a entrar en un lugar así por ser un cementerio.

Es decir: los musulmanes esperan, aunque con recelo, una nueva venida del Mesías a Israel.

 

Repercusión para nosotros: Todo lo contrario.                                                                                     La cristiandad, nunca ha tenido esta puerta cerrada. En la antigua liturgia del domingo de Ramos, el sacerdote, al llegar ante el templo, llamaba fuertemente con el asta de la cruz de la procesión al portón aún cerrado, que a continuación se abría. Así daba paso a la entrada triunfal a Jerusalén con la procesión de las palmas y olivos, y con ello, a la Semana Santa.

Hoy es una costumbre muy extendida el llamar a la puerta de los templos e inmediatamente se produce el inicio de la procesión de la Entrada Triunfal a Jerusalén.

La Puerta Dorada de la Cristiandad aloreña que tenemos al final de este templo, no va a ser menos y, al abrir sus dos alas deja pasar la claridad de una mañana ansiosa; un año más, por ver cruzar a Jesús triunfante rodeado de una multitud siempre fiel y emocionada.

Precisamente este año ha coincidido el cartel oficial de la Semana Santa con el paso de Jesús por la Puerta Dorada de Jerusalén.

Procesión de alegría por su significado y por la chiquillería que forma el cortejo procesional.

Procesión de hosanna, de vítores y viva al único rey, al que no le hizo falta ganar ninguna batalla para ceñirse la corona del universo.

Procesión también de María Santísima que, como sabiendo que pronto nos va a abandonar su Hijo; nos ofrece mediante su sencillez y dulzura la ayuda que necesitamos para suplir esa pérdida a través del Amparo y del Auxilio.

 

 

 

 

Pronto saldrá el Huerto, pero antes vamos a tener un recuerdo a los niños de la calle Atrás:

También el Domingo de Ramos era el día de abrir las alcancías.

Todos los  niños al llegar la cuaresma tenían tres prioridades: Una alcancía para juntar el manejillo para Semana Santa, un cajón para hacer un trono, y por supuesto, una túnica.

Pues los de la calle Atrás teníamos otra más, y esa era acumular latas, !sí latas¡  y mientras más y más grandes mejor.

La alcancía ya se había abierto, y con ello empezábamos nuestra particular Semana Santa, que continuaría los días lunes a miércoles con aquellas entrañables procesiones infantiles y, si mientras tanto, caía alguna lata que guardar, mucho mejor.

 

 

 

Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

Como esta,  podemos encontrar muchas más advertencias de Jesús a sus discípulos, en referencia a que deben permanecer siempre en vela por lo que se pudiera presentar en cualquier momento.

Pues así y todo, cuando llega el primer momento trascendental de la pasión, los que le acompañan: Pedro, Juan y Santiago, caen en un sueño profundo.

Tomamos a mal esto, como tomamos a mal las negaciones de San Pedro; pero es que no podía ser de otra forma.

Los discípulos fueron elegidos entre gente sencilla y sin mucha preparación y ¿qué conclusión puede sacar una persona así en un momento tan extraordinario en el que su Maestro, que no hace mucho paseó triunfante por las calles; duda sobre el sacrificio? Y para colmo sudando sangre, cosa que resulta de lo más irreal para cualquiera. Y, además, con la presencia de un ángel; otra  cosa también inédita para ellos.

Sobre la significativa frase: Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz, hay mucho escrito y, ante la posibilidad de ser reiterativo, he optado por romper una lanza  en defensa de los discípulos que se durmieron en ese momento.

En los lugares donde los tronos son de mayores dimensiones, hasta los procesionan dormidos como desentendiéndose de la situación que se está viviendo.

Ellos no estaban preparados para algo tan sublime, ni fueron escogidos para estos momentos de desconcierto.

Ya llegará el día de Pentecostés en que serán premiados con ser los depositarios del preciado metal que, los sucesivos siglos, irían puliendo; hasta formar lo que dos mil años después, constituye este preciado tesoro que es nuestra Santa Madre Iglesia.

 

Nuestro Huerto es sin duda de los mejor que se ha realizado en los últimos tiempos, y no lleva discípulos dormidos. Sí lleva, una maravillosa imagen de Jesús Orando y algo especial: Ante el tamaño de dicha imagen, cualquiera hubiera puesto un ángel acorde con la misma, pero no es así. Parece que el imaginero ante tanta angustia, ante tanta incertidumbre y ante tanta inquietud por el inminente desenlace; ha querido dulcificar algo el mal presagio con un ángel casi infantil; de mirada inocente y limpia, y cara de aterciopelado jazmín.

 

Barred las calles,

Barred las calles;

muchachas del Calvario

barred las calles.

Que va a pasar por ellas

Cristo y un ángel.

 

Esta Hermandad, una vez terminada su capilla optó, con gran acierto, por hacer su procesión de penitencia desde El Calvario y hasta el Calvario. Y su Cristo lo hace con esa solemnidad indiscutible; arrodillado ante El Padre, con humildad tanto en su mirada como en sus manos, con ese pequeño ángel confortador. Mientras, allí arriba le espera la madre de la Paz infinita.

Allí tiene un barrio volcado con sus titulares, y tiene además un monte para sí con un nombre tan bíblico como El Monte Calvario.

Un monte con sabor a pueblo, con olor a pinos y flores silvestres, y con sonido a gubia de Luís Álvarez Duarte.

 

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Desde la Oración del Huerto hasta que Jesús es cargado con la cruz, pasan muchos acontecimientos. De todos ellos, el único que se representa en Alora es el de Jesús Atado a la Columna

En su día, Jesús Atado a la Columna paseaba por nuestras calles la noche del Miércoles Santo, e iba acompañado por la Virgen de la Paloma.  En realidad, era la misma Virgen de Los Dolores que, luciendo un manto de brocado azul y una paloma en la mano, hacía de Virgen de la Paloma.

Y había hasta una parte del recorrido en que iba acompañado de cantes y bailes.

En realidad, era una copia de lo que se suele hacer en Málaga.

La columna ahora es una procesión más acorde con el momento de la pasión que representa.

Hubo un tiempo en que, antes de que un artista esculpiera  una imagen religiosa, debía tener un proceso de preparación interna exhaustivo; exigiéndosele hasta ejercicios espirituales. Así que, hasta que no estaba preparado no empezaba la obra.

Quería relatar en este pregón una leyenda que siempre me ha emocionado y que refleja perfectamente lo dicho anteriormente.

Como es referente a un Cristo Atado a la Columna he pensado que este era el momento de hacerlo.

Es sobre la imagen que allá por el año 1.600 tallara  el máximo exponente de la escuela barroca castellana, Gregorio Fernández, y que se encuentra en la Iglesia de la Vera Cruz de Valladolid.

Así que nos  vamos trasladar cuatro siglos atrás y muchos kilómetros y se la vamos a dedicar a nuestro Cristo de la Columna de Alora, que como solemos decir: aquí y allí son el mismo Señor.

La leyenda está escrita en romance y hasta que aparece la figura del escultor, es una sucesión de alabanzas a esa obra de arte.

Me limito a leer las últimas alabanzas y el final que es donde se entabla la conversación entre El Señor y el escultor:

 

Verso divino del arte
pasión del profundo amor,
reencarnado en la madera
se encuentra nuestro señor.
Obra de excelso poeta
que dio del frío el calor,
que hizo del mito la carne,
que dio a la luz su color.
Imagen de Cristo azotado,
expresión de la pasión;
rostro del Dios que nos salva
demacrado de dolor.
Anatomía perfecta
donde el fuego y el fulgor,
de la sangre, se derraman
por el torso con ardor.
Faz divinamente humana,
flor en todo su esplendor,
ojos de cristal piadosos,
destello del Resplandor.
Paño de pureza impúber
anudado alrededor
de la cintura; de pie,
desnudo, se halla el señor.
Inclina su faz a un lado
con rostro conmovedor,
mientras su dulce mirada
rompe, en su llanto, el dolor.

 

Cuerpo del suplicio lúcido;
huellas del cruento terror,
que en la espalda, en la columna,
el flagelo le marcó.
Perfección humanizada,
hermosura de una flor,
cultivada con decoros
de manos de un escultor.

Abandonando Gregorio
su taller y su labor,
una fuerza misteriosa
le retuvo y le paró.
Miró la hermosa figura
con pesar y con temor,
y los ojos de la misma
le miraron con amor.
Una luz vino del cielo,
hablándole el Salvador:
«¿Dónde me viste, Gregorio,
que es la imagen como yo?»
Y el escultor, que en su asombro,
estaba viendo el albor,
gozoso, sonriendo dijo:
«En mi corazón, Señor».

 

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La Hermandad del Huerto también lleva la organización del Vía Crucis.

El Vía Crucis se realiza en un día de la semana muy oportuno.

Es una procesión seria, de oración y cirios como corresponde a un Camino de la Cruz, y digo oportuno, porque podíamos decir que es en el ecuador de nuestra Semana Santa;  sirviendo tanto para meditar a las hermandades que ya procesionaron, como a las pendientes de hacerlo.

Es una procesión cuyo silencio y sentido pasional sirve para centrarnos más en todo lo que, de una u otra forma, tenemos entre manos los cofrades esos días.

Sería mejor que hubiera mucha gente viendo pasar su cortejo, pero tal vez afectaría al verdadero sentido de lo que es un Vía Crucis, y es conveniente vivirlo estación tras estación como debe vivirse un acto piadoso.

Impresiona tanto en su aspecto externo como interno,  es austero y  sencillo; y es una forma fácil de llevar a otras personas la pasión de Cristo; sobre todo si no suelen visitar asiduamente los templos.

 

 

 

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Cuarto dolor: María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz

 

Día grande donde los haya.

Institución de la Eucaristía, amor fraterno, monumento, lavatorio de los pies.

Y día grandísimo en la semana santa de Alora.

La pasión queda patente en nuestros desfiles procesionales, ya que en cuatro tronos expresa gran parte de la pasión y muerte de Jesucristo.

 

La silueta de una pesada cruz inclinada se divisa a lo lejos, y conforme se va acercando; se va distinguiendo la imagen del sufrimiento que poco a poco se deja ver más claramente una vez que llega a la plaza de la Despedía.

Una expresión de dolor contenido se refleja en su rostro, que a pesar de todo; mantiene una dulzura incompresible a la que no le afectan los moratones de la cara, ni las heridas ocasionadas por la corona de espinas, ni el peso de la cruz.

Ya en la plaza, tras la euforia de volverlo a ver un año más entre nosotros, cada cual centra su atención en los problemas propios a sabiendas de que; aún en ese estado en que se encuentra, podemos rogarle solución a los mismos.

 

Una nueva cruz, esta vez de pie, se distingue a continuación al iniciarse la recta final de la calle Ancha.

En esta ocasión, El no soporta el peso de la cruz, es ella la que carga con  su divino peso.

Las personas normales no disponemos de las palabras adecuadas para ofrecérselas al Señor en este momento, y más, sabedores de que todo es por nuestra salvación; pero sí podemos recurrir a mentes más capacitadas como la de los místicos para dirigirnos al Él:

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

 

San Juan durante el tiempo que formó parte de la cofradía de  Los Dolores, tenía una función bien definida en esta procesión: iba delante de la Virgen de los Dolores acompañándola para el encuentro con su hijo, y era una constante en la procesión el volverse e ir en busca de la Virgen indicándole el camino para nuevamente, volver a su sitio.

Hoy tiene otra función muy distinta, porque acompaña a la madre de Jesús, en este caso del Amor,  ya en el Calvario delante de la cruz vacía donde ha muerto Jesucristo.

Resulta una preciosa estampa que te hace pensar con tristeza que ya ha acabado todo. Que el hijo de Dios ha muerto. Que la cruz donde hace poco lo hemos visto clavado está vacía.

Una lastimosa expresión se dibuja en la cara de la Virgen del Amor, al tiempo que San Juan  muestra en su cara la bondad y el cariño a la madre, como corresponde al discípulo amado.

 

La Encarnación va quedando poco a poco a oscuras, mientras la plaza cada vez va adquiriendo más luz. Un penetrante olor a azahar lo impregna todo.

Está saliendo a la calle la Virgen Coronada. Ella, la que en su día se presentó en el templo portando en su mano la luz,  sigue repartiéndola entre nosotros. Ella, que fue la única conocedora de la pasión mediante la profecía de Simeón. Ella, la que tuvo que huir a Egipto. Ella, la que padeció la pérdida de su hijo en aquellos tiempos tan inseguros. Ella, la que originó el primer signo de Jesús en su vida pública en la boda de Caná: -haced lo que El os diga-  está ya delante de nosotros.

En su mano un pañuelo, en su rostro unas dulces lágrimas acompañan su irresistible desesperación.

 

Todo lo demás: Palio, saya, manto bordado, cirios, exquisitas flores; es puro amor de sus hijos en un intento de mitigar sus Dolores.

“Por tus dolores ten compasión, pide y alcanza nuestro perdón”

Por tus dolores y, por lo que significa esa llave del sagrario que custodias y procesionas con todo amor,  entrelazada  con las cuentas del rosario.

Dolores Coronada completa estas escenas de la pasión en este jueves santo aloreño, en el que las cofradías reunimos todos nuestros esfuerzos para hacer llegar a la calle lo que tanto nos motiva como cristianos y cofrades.

Noche del Jueves Santo, noche de túnicas, de ropa nueva, de música y saetas, de familias enteras, de amigo de un día al año, de chicos y grandes.

Alora no tiene tribunas –ni falta que le hace-. Alora tiene barandas que son palcos populares, y desde donde  infinidad de años, han sido sitio común de espectadores, saeteros, cansados cuerpos que no quieren perderse el paso de las imágenes y, enfermos que buscan en sus pasamanos apoyo para aguantar hasta que pase el último trono.

¿por dónde va Jesús de la Torres? ¿Y la Virgen?

Ya han subido a la Fuente Arriba, “que bonita va la Virgen de los Dolores” “que buena idea la de ponerle un palio. Nada que envidiar a las de Málaga.   “No te puedes hacer una idea la gente que hay”.

“No se puede dar un paso”. San Juan ya ha enfilado la esquina de los cartelillos.

Pues mis niños  van  de nazarenos  y tengo que darles una vuelta.

Pues yo he visto al Señor por la parte que no se le ve la cara y, de aquí no me mueve nadie.

A mí tampoco, que yo no me separo de esta esquina para no perderme la bajada de la calle Santa Ana.

Además he oído que van a cantar saetas.

La calle Santa Ana une lo espiritual y lo plástico. Es un marco perfecto para ver cada detalle.

Los hematomas en la cara de Jesús, las llagas en la manos y pies de Cristo Crucificado, la mirada de San Juan a su Madre como de incomprensión.

La belleza del rostro  de la Virgen de los Dolores broche de oro de esta noche inigualable.

 

 

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La dolorosa Madre de Jesús había salido de la plaza después de pronunciada la sentencia inicua, acompañada de Juan y de algunas mujeres.

Cuando el sonido de las trompetas, el ruido del pueblo y la escolta de Pilatos anunciaron la marcha hasta el Calvario; no pudo resistir al deseo de ver todavía a su Divino Hijo; y pidió a Juan que la condujese a uno de los sitios por donde Jesús debía pasar.  Se fueron a un palacio cuya puerta daba a la calle, donde entró la escolta después de la primera caída de Jesús. Juan, obtuvo de un criado compasivo el permiso de ponerse en la puerta con María y los que la acompañaban: José de Arimatea, Susana, Juana Chusa y Salomé de Jerusalén.

María ve venir a su hijo en un estado lamentable, cargado con la cruz y tratado como un malhechor. A Jesús, en ese momento le faltan las fuerzas y cae de rodillas al suelo. Su madre, al verlo en esa extrema situación también se desploma y cae de rodillas.

Allí se produce entre los dos una de esas conmovedoras miradas que oprimen a cualquiera el corazón.

Jesús sigue su camino y su madre, sujeta por sus acompañantes, lo ve alejarse hacia el Calvario.

 

Mañana del Viernes Santo:

 

Jesús recorre las calles de Alora igual que en su día lo hizo en la ciudad santa, y su madre, que no resiste más su ausencia sale a su encuentro.

Igual que entonces, se oye el sonido de las trompetas. Ella, su Madre, busca un lugar donde encontrarse con El.

Eso ocurre a mediodía y el lugar resulta ser el centro de la plaza de la Despedía y, como aquella vez, caen los dos de rodilla frente a frente y se dirigen una mirada angustiosa.

Jesús continua su camino, y su madre, desolada lo ve de ir a su destino final desde la entrada de la calle Ancha.

 

El acto de fuerza de la despedía, es un adorno más. Los sones musicales, son otro adorno más. Los vítores, los fraternales abrazos entre cofrades, son otro adorno más con los que rendimos honores a nuestros titulares.

Pero el verdadero sentido de La Despedía no es nada de lo anterior.

Todo eso es humano.

La Despedía, al menos para este pregonero, es la segunda caída de Jesús camino del calvario y el encuentro con su angustiada Madre en el cuarto dolor.

 

 

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Quinto dolor: La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor

Noche de adagios  y elegías.

Noche de orfandad y luna opaca.

Noche de cirios y tambores sordos

Noche de misterios dolorosos

Noche de Viernes Santo.

 

En Alora no tenemos imagen de Cristo expirando, los dos, son Cristos ya muertos;  pero así y todo es necesario tenerlo aquí en esta noche, porque un poco antes de morir se produce otra de esas miradas que van apareciendo en este pregón.

Nuevamente cruzan las miradas y, esta sí será la definitiva antes de expirar.

Mujer he ahí a tu hijo, hijo he ahí a tu madre.

 

Jesús acaba de morir en la cruz.

 

Stabat Mater dolorosa

Iuxta crucem lacrimosa,

Dum pendebat filius.

 

Sexto Dolor: María recibe a Jesús bajado de la Cruz

Después de la muerte en la cruz de Jesús de Nazaret, José de Arimatea pidió a Pilatos  el cuerpo de Jesús; éste preparó el descendimiento y posterior sepelio de Jesús.

Durante el descendimiento, estaban presentes entre otros, María y María Magdalena, además de Nicodemo y José que descendieron a Jesús de la cruz;  pusieron la escalera primero detrás y luego delante de la Cruz, subiendo unos lienzos para ayudarse para bajar el cuerpo.

Habiendo descendido del todo el cuerpo, lo envolvieron desde las rodillas hasta la cintura y lo entregaron a su madre.

Nueva mirada pero en este caso, solo a través de los ojos de la Madre.

María dirige una mirada, esta vez sin respuesta, a su joven Hijo que hace unos momentos ha abandonado este mundo.

 

 

En la tarde-noche del Viernes Santo, la Vera Cruz acaba de abrir sus puertas.

De una forma espontánea, se escenifica una preciosa estampa de la pasión.

A ello, contribuye el arco en penumbra del exterior, y el cancel que enmarca, como hecho expresamente para el momento, el grupo escultórico de la Piedad.

Esa visión, nos trae a la mente la idea de por qué los retablos, en su inicio, se hicieron con fines didácticos.

Aquí podemos ver en un espacio un tanto reducido, por una parte la imagen de La elegida por Dios para ser su Madre. Por otra, a Dios mismo hecho hombre muerto sobre su regazo. Y por otra, la Cruz, que siendo la causante de su muerte; y por eso mismo, ha pasado a ser el símbolo  de la Cristiandad.

Hermandad muy acorde en su cortejo con el día en que hace su procesión de penitencia.

Hermandad silenciosa por herencia

Procesión sencilla y emotiva que, de muy digna forma, abre la noche más callada de todo el año en Alora.

 

 

Séptimo Dolor: La sepultura de Jesús

La influencia que tenía José de Arimatea, sirvió para que el Rey de los judíos tuviera una tumba donde poderlo enterrar.

Con la vida de Jesucristo, parece que se fue también la luz. Alora, se convierte en un lugar tenebroso e inhóspito.

Es imposible andar por sus oscuras calles y, por esas mismas calles, deben de pasar Jesús en Santo Entierro y su madre siguiéndolo hasta su lugar de descanso.

Es el Hijo de Dios y es su Madre, por eso nuestro pueblo hace un impresionante alarde de cirios con el que alumbrar su camino.

Él, que es la luz, esta noche necesita de nosotros para que alumbremos su santo traslado.

Fue al martirio como el más humilde llevando solamente la ropa que cubría su cuerpo.

Ella, su Madre, le sigue llevando en su mano la corona del martirio.

Es su Madre y algo tenía que llevarse de recuerdo; pero “es que no quedaba otra cosa”, “Iba con lo puesto”  y lo puesto se lo habían sorteado los romanos.                                                                                                            Ya se ha acabado todo.

María Santísima ha asistido al entierro de su hijo, y abandona el sitio calle Ancha arriba, llevando solo consigo la corona de espinas con que fue proclamado rey de los judíos, y una horrible espada atravesándole el Ánima.

 

A las doce de la noche del Viernes Santo, un tambor toca lento y pausado; y unas horquillas suenan una y otra vez al rozar con el suelo.

Las cuentas del rosario se van desgranando una a una en un  impresionante silencio.

Sola, recorre las calles en una procesión sencilla, callada y respetuosa, hasta su regreso a la Parroquia.

Nuevamente nos vamos a trasladar unas décadas atrás para recordar un motivo especial que se producía en esta oscura noche:

Se abre la puerta de la calle Atrás y, una vez dentro, suena una plegaria que relata el peor de los momentos de la Pasión:

 

 

Ha llegado, tierna Madre,

el día del sacrificio,

Tu hijo amado va al suplicio,

llevando en hombros la cruz, la cruz.

Tiene lívido el semblante,

y camina a duras penas,

la sangre falta en sus venas,

falta en sus ojos la luz.

Ya la losa del sepulcro

cubre su cadáver frío,

el cielo queda sombrío

la tierra con ansiedad.

Pobre Madre,

pobre Madre,

pobre Madre.

 

Pobre Madre Cielo y Tierra

que en tus quebrantos imploras,

llorarán como tu lloras

en tu amarga soledad,

llorarán como tu lloras

en tu amarga soledad,

en tu amarga soledad.

 

Mientras tanto la Virgen sale por la otra puerta, la que da a la calle Bermejo, donde en lo que llamamos almacén de la cofradía de Dolores, iba a producirse ese sencillo acto que todos quisiéramos haber vivido alguna vez.

Previamente había sido adecentado y esparcido por el suelo romero y azahar que, al ser pisado durante buen rato;  conseguían extraer la esencia produciendo el ambiente propicio para quien iba a ser allí expuesta.

Todo el que muere tiene su duelo y, El, también lo debía tener.

La Virgen, como decía antes, presidia la estancia como doliente y los cofrades y devotos eran los acompañantes que iban a cumplir.

Pasaba la noche entera en un trasiego de gente que entraba y salía, besaba la mano de la dolorosa madre; rezaba o se incorporaba al rosario que se repetía sucesivamente hasta el amanecer.

En definitiva, un duelo como Dios manda, pero con una diferencia sustancial: El difunto y la doliente eran, ni más ni menos, que el Hijo y la Madre de Dios.

 

 

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El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana al sepulcro, siendo aún oscuro; y vio quitada la piedra del sepulcro.

Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto.

Y salieron Pedro y el otro discípulo y fueron al sepulcro.

Este inclinándose a mirar, vio los lienzos puestos allí; pero no entró.

Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí, y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.

Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero, y vio y creyó.

Pues aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que El resucitase de entre los muertos.

Y volvieron los discípulos con los suyos.

Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba se inclinó para mirar dentro del sepulcro.

Y vio a dos ángeles con ropas blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había estado puesto.

Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Le dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.

Y cuando hubo dicho esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús.

Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me  lo llevaré.

Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella le dijo: ¡Raboni!, que quiere decir Maestro.

Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.

Fue María Magdalena entonces a dar las nuevas a los discípulos de que había visto al Señor y que él le había dicho estas cosas.

 

La mañana se presenta espléndida, y la misma puerta que se abrió hace una semana; vuelve a hacerlo para celebrar la resurrección de Cristo.

Es el gran día, el día esperado, el triunfo de la cruz sobre la muerte, el día de la vida eterna.

Quién salió por esta puerta a la que llamamos dorada en una borriquilla, lo hace ahora pero sin necesidad de simbologías.  No hace falta decir rey de los judíos.

Se nos muestra como rey eterno, rey universal, verdadero rey de salvación y rey todopoderoso.

Paseado por nuestro pueblo como debe ser. Con alegría, con música, con flores, con acompañamiento de toda nuestra ciudad representada por los distintos estamentos y cofradías.

Ya pasó todo, ya estamos seguros, ya no tenemos miedo, y ya estamos todos contentos porque: ya no hay que nombrar más la palabra “muerte”.

 

Una sensación de seguridad nos envuelve y desde lo más interno de nuestra alma brota la alegría porque “alegría, alegría hermanos, que si hoy nos queremos es que resucitó”

 

 

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Ya solo nos falta que los niños de la calle Atrás saquen las latas, pero antes desearía hacer una petición a la Junta de Gobierno de Hermandad del Huerto que es la que me ha designado pregonero de este año.

No lo hago por agradecimiento, ya que esto no se paga fácilmente; sino que lo hago muy convencido y como un gran deseo personal:

Si dicha Junta de Gobierno ve que es procedente y que se cumplen los requisitos exigidos, solicito para lo sucesivo, ser dado de alta como hermano en esa querida cofradía.

Si es aceptada o no mi petición: muchas gracias.

La designación de pregonero, la aprueba la Junta de Gobierno; pero lo hace a instancias de algún cofrade que lo solicita. En este caso el presentador de la moción fue su hermano mayor Juan José Hidalgo Carrasco.

A él, deseo expresar una especial gratitud.

 

                                               ——————————————

 

 

Había misa de madrugá, y después a cada hora, así que desde muy temprano había movimiento en las casas. Los niños de la calle Atrás esperábamos impacientes y despiertos el gran momento.

De pronto amanece y, casi al unísono, cada uno va a su escondite y ata a una cuerda todas las latas y, calle arriba hasta la cuesta del pescao. Una vez arriba, nos dejábamos  ir como locos hasta la plaza con un ruido infernal debido a los saltos que daban las latas sobre los cascajos de la calle.

En la carrera íbamos repitiendo con voces casi inaudible: “El Señor ha resucitado, El Señor ha resucitado” y, así una y otra vez hasta que un vecino, siempre el más esaboriillo, nos daba un tirón de la cuerda y nos decía: “hasta aquí hemos llegado”

Para nosotros aquello era un trauma, pero luego nos consolábamos  a nosotros mismo, porque en nuestro interior pensábamos que nos había estropeado la celebración; pero lo que no había conseguido era quitar de nuestras mentes aquel momento vivido; porque en nuestro candor y en nuestra fantasía infantil, nos habíamos trasladado, por unos momentos, a la ciudad santa de Jerusalén; que nuestras calles no era la calle Atrás y la Cuesta del Pescao;  sino la Vía Dolorosas, y que nuestras latas abolladas y oxidadas eran trompetas celestiales que entonaban sones de alabanza al Señor resucitado.

 

Hay en Nazaret una  Basílica dedicada a la  Anunciación que tiene forma del cáliz de una azucena pero invertida, simbolizando que no enraíza en la tierra, sino del cielo.

Y hay en Jerusalén una Iglesia dedicada a la  Ascensión del Señor que está hecha sin techo.                                  

Y no tiene techo, porque jamás, antes, ahora, ni nunca, habrá obstáculo que se pueda interponer a la subida gloriosa, triunfante y redentora del Hijo de Dios a los Cielos.

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