18 abril, 2024
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Yo soy la Resurrección y la Vida. Reencuentro con la Tierra de Jesús (VIII)

Hoy el madrugón es algo mayor, dejamos Tiberiades y Belén nos espera, va a ser el día de más kilómetros en autobús –casi ciento ochenta- aunque las diferentes paradas hacen que ni nos demos cuentas que vamos a cruzar el pais de norte a sur bordeando el rio Jordán que vamos viendo en las diferentes carreteras recorridas –alguna de ellas secundarias- .

  RÍO JORDÁN                (Ver fotos)

Peregrinos de todas partes llegan al lugar del Bautismo de Jesucristo. El Río Jordán tiene un profundo significado para el visitante cristiano a Tierra Santa y es parada obligatoria.

No solo por el bautismo de Jesús, hay  otros muchos episodios de la Biblia que mencionan estos parajes como elementos de vida y poder, siendo escenario además de momentos importantes en las vidas de muchos profetas como Juan o Elías. El río Jordán es mencionado ya en el Génesis unido al concepto de los jardines divinos y en el devenir del Pueblo Judío se debe cruzar, junto con el Mar Rojo, para alcanzar la Tierra Prometida.

Es el momento de renovar el sacramento y llevarse agua, especialmente para el Bautizo de Gonzalo –último en llegar a la familia- , también de recordar al sacerdote que me bautizó don Antonio Cañada q.e.p.d, o a don Manuel Larrubia y a mi amigo Angadi, con quienes compartí durante años los cursillos prebautismales parroquiales que tanto me aportaron en mi crecimiento espiritual tras recibir la  Confirmación.

La fuerza de los pasajes del bautismo de Cristo y las acciones de Juan Bautista vienen acompañadas del agua de lluvia, que muy de tarde en tarde aparece por estos lares y que va a estropear a la mayoría el baño en el mar muerto previsto para después del almuerzo que haremos el Jericó, por lo visto de las ciudades más antigua del mundo.

JERICÓ     (Ver fotos)

Debido a su proximidad con el Río Jordán, a los numerosos cauces de agua que la circundan, que parten del famosísimo Manantial de Eliseo (Ein as-Sultan), y a su posición a 258 metros por debajo del nivel del mar, han convertido a Jericó en una ciudad oasis, próspera en el desierto con una tierra fértil y un microclima cálido que ha atraído la atención de diversos pueblos de la antigüedad. 

Jericó es también el lugar evangélico en el que Jesús curó a dos hombres enfermos: Bartimeo, herido en su físico por la ceguera, y Zaqueo, herido en su alma por sus pecados (Lc 18-19). Los pocos sicomoros que aún se encuentran en la actual Jericó recuerdan a los peregrinos el sicomoro sobre cuyas ramas se subió Zaqueo para ver a Jesús.

La pequeña iglesia católica latina está dedicada a Jesús, el Buen Pastor, porque, tanto para Bartimeo como para Zaqueo, Jesús fue efectivamente un auténtico Buen Pastor. Es la iglesia parroquial de una pequeña comunidad de alrededor de 200 árabes cristianos que está junto a un colegio. La llovizna nos impide verla pero reproduzco algunas fotos de 2013, sobre todo del colegio -que me llamó mucho la atención-. La mano de los padres franciscanos se nota especialmente aquí, me hace pensar en las similitudes con nuestro Cardenal Herrera Oria cuando se empeñó en llevar el mensaje de Cristo a cada rincón de los campos de Málaga con las escuelas Capilla.

QUMRÁN.                                             (Ver fotos)

Antes de la comida dejamos a lo lejos el Monte de las Tentaciones y después partimos hacia la ruinas de Qumrán.  En 1947, dos jóvenes pastores beduinos encontraron siete jarras de barro cocido que contenían inapreciables manuscritos bíblicos.

Tres años después, una vez limpias las ruinas se encontró un monasterio esenio completo del segundo y primer siglo a.C., que contaba con una gran sala de reunión y comedor, cocina, un cementerio y hasta un aposento de escribanía con tinteros de bronce.

La importancia de estos manuscritos está en el contenido ya que se trata de una recopilación de prácticamente todos los libros del Tanakh de la Biblia hebrea a excepción del Libro de Ester.

BETANÍA                                            (Ver fotos)

Prácticamente al caer de la tarde, y tras conocer el emplazamiento de las playas del mar Muerto vivimos otro momento intenso acordándonos de nuestros amigos difuntos en Betania -conocida en árabe como el-Azariye-, hogar de Lázaro y de sus hermanas Marta y María, amigos especiales del Nazareno que en un momento dado regaña cariñosamente a Marta por andar agobiada y preocupada por los quehaceres –lo que hoy conocemos como estrés- poniéndole el ejemplo de María que sentándose junto a él oía sus palabras y reflexiones, actitud que según el evangelista no nos será quitada. Así, aunque a este cronista le cueste, hay que intentar ser como María, atento y expectante a lo que Jesús nos va pidiendo en cada momento.

Lázaro enfermó y murió, al cuarto día Jesús le devolvió la vida. Su tumba está detrás del Santuario franciscano en terreno musulmán, que tampoco vemos por la hora tardía.

Sobre la iglesia hay una torre en ruinas que parece ser el lugar de Simón el leproso, en dónde se sentó Jesús cuando una mujer lo ungió con un perfume de gran precio, y sus otros huéspedes se quejaron de ello a lo que Jesús respondió ¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues ha hecho una buena obra. (Mateo 26:10)

 

Continuara…

 

 

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