Álora, al igual que otras localidades de la provincia, tuvo el privilegio de contar en su propuesta educativa con plazas de la escuela concertada que ofertaba la Fundación Diocesana Santa María de la Victoria facilitando a los padres la posibilidad de solicitar cada mes de marzo.
Alguna gente, seguro que sin mala intención, desconoce las características de este tipo de educación y confunde lo concertado con lo privado. Quizás pensando que haya que desembolsar grandes mensualidades, que se impongan algún tipo de creencia o que son colegios exclusivamente de los curas.
Sin embargo, bien saben las familias y los perotes que han pasado por alguna de las Escuelas Rurales que es rotundamente falso. Ellos han disfrutado de las ventajas que ha supuesto ser alumno de la Fundación Diocesana empezando por un trato mucho más directo con el profesorado hasta una enseñanza casi individualizada y pasando por la cercanía al domicilio.
La concertada en Álora, con el cierre de la Escuela La Gavia el pasado junio, dejo de ser una realidad en la que los padres –amparándose en un derecho constitucional- así lo quieren. Ellos son los principales valedores de un modelo educativo que acoge a mas de siete mil niños en la provincia –muchos de ellos en zonas desfavorecidas- basado especialmente en un sentimiento trascendente de la vida y en los principios de la doctrina y la moral católica.
Bien es verdad que en algunos sitios la escasez de recursos es suplida por los esfuerzos de las AMPAS y en ocasiones, por los Ayuntamientos que hacen milagros en sus presupuestos y complementan la subvención recibida de la Junta de Andalucía. Todo ello, vestido de la profesionalidad y buen hacer de los docentes que son el nexo de unión entre familia y escuela, básico en la supervivencia de nuestro estilo.
Para el que suscribe, es un lujo ser maestro rural –ahora en El Peñón, Alhaurín de la Torre- y haber compartido desde que en 2005 llegue a la agrupación de escuelas del Guadalhorce con algunos colegas que conciben su tarea educativa como una verdadera vocación que dura veinticuatro horas; ejercitando una intervención didáctica compleja y necesariamente adaptada a la pluralidad de niveles de sus alumnos; integrándose de verdad en ambientes sociales -muchas veces inhóspitos- sin pensar nunca en hacer las maletas ni acumular puntos para llegar a la ciudad; convirtiendose en uno mas de las familias y luchando porque su unidad no se cierre. En definitiva dejándose la vida en el empeño.
Históricamente nuestro término municipal ha sido uno de los más beneficiados por la preocupación diocesana de educar y evangelizar. A mediados de los cincuenta del pasado siglo el 60% de los 16.743 perotes censados se encontraban dispersos por los distintos partidos rurales donde se inauguraron veintidós escuelas.
Francisco Lucas Carrasco Bootello
Foto principal: F L C B
