Hoy se cumplen dos meses desde que despedimos a mi tía María del Carmen Carrasco Pérez, única hermana de mi padre, y una figura profundamente unida a nuestra familia. Convivimos mas de un cuarto de siglo con ella en el mismo edificio, compartiendo lo cotidiano, los vínculos familiares y también los silencios.
Su ausencia se nota especialmente en días como hoy, cuando nuestra Hermandad se prepara para la salida procesional de Jesús Nazareno de las Torres. Mari Carmen fue camarera de la cofradía durante casi 40 años, y durante todo ese tiempo cuidó con esmero y devoción la cabellera de Nuestro Padre, peinando sus tirabuzones cada Cuaresma. Esa entrega constante dejó una huella imborrable, nos enseñó a querer y a custodiar todo el patrimonio de la Hermandad que estuvo en nuestra propia casa desde 1978 a 2000.
No fue siempre fácil convivir con ella, por sus características peculiares, pero la experiencia de sus últimos años en los que la enfermedad la convirtió en otra persona, nos ayudó a ser más pacientes, más generosos y a vivir con mayor entrega todo lo que la vida nos ponga por delante.
La Hermandad fue, para todos, un episodio más de esa vida compartida, y hoy se hace presente con fuerza en su recuerdo. Que el Señor de las Torres, a quien tanto cuidó, le haya recibido con el mismo cariño con el que ella le sirvió.