20 abril, 2024
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Homilía en las exequias de María Hidalgo Bootello

[HOMILÍA  EN LAS EXEQUIAS DE MARÍA HIDALGO BOOTELLO

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Álora , 7 de Enero de 2020

Cuando resonaban en nuestras Almas las palabras del Evangelista que nos narraba la Escena de la Epifanía del Señor en el Día Santo de los Reyes Magos, una hermana nuestra, mi tía María Hidalgo Bootello, cerraba sus ojos celestes a este Mundo para despertar en el mismo Celeste Cielo.

Y siguiendo la liturgia de la Iglesia, y al hilo del Evangelio que proclamábamos, descubrimos que cuatro actitudes manifestaron los Reyes Magos ante el Niño Dios en el Portal de Belén que pueden ser la síntesis de su vida:

1)    Los Reyes inician una búsqueda guiados por una Estrella.

La vida de María Hidalgo ha sido una continua búsqueda de Dios guiada por la Estrella de la Fe. Una Fe confiada que, como cimiento de un buen cristiano, le ha servido para estar en continua unión con el Señor, con corazón agradecido y sintiéndose fuerte en la dificultad de la Cruz.

¡Cuántas horas entregadas al Señor con su lectura espiritual y su meditación, su rosario o sus visitas al Santísimo, su Eucaristía diaria (siempre que pudo), la Celebración asidua del Sacramento del Perdón, sus devociones particulares del Padre Arnaiz o la Señorita Laura, de los cuales, con su vida longeva, ha tenido el privilegio de ver en el proceso de Canonización, unos por Beato y otra por Sierva de Dios!

¡ Cuántos momentos delante del Sagrario para seguir contando sus cosas íntimas a ese Niño Jesús que esperaba recibir en la Comunión!

¡ Cuántas miradas al Crucifijo de las Indulgencias, legado de la familia, para obtener una Buena, Santa y Dulce muerte!

 2)    Aquellos Reyes de Oriente, nos dice el evangelista, cuando se encuentran con el Niño Jesús, se llenan de inmensa alegría. Han logrado su objetivo en la vida.

¡ Qué felicidad sentía María Hidalgo cuando recibía a Jesús Eucaristía, casi con abundante frecuencia de mis manos, porque la aridez espiritual que sentimos a veces por dentro, fruto de nuestra humanidad, era saciada con el Alimento y el Pan celestial, donde encontraba su único Refugio.

Hoy en día es raro, si no es en esa generación o de ese calibre, encontrar a alguien que, mientras los demás buscan satisfacer insatisfactoriamente su corazón, sepa vivir como ella con la alegría del Alma porque supo encontrar la Causa y el Motivo de su Plenitud: al mismo Dios.

Si en sus conversaciones había algún matiz de sufrimiento su conclusión era “lo que el Señor quiera”.

Si en sus conversaciones había algún matiz de esperanza sus palabras eran “Todo en las Manos de Dios y en su Divina Providencia”

 3)    Aquellos Reyes Magos de Oriente, nos narra el evangelista, ofrecieron regalos: Oro, Incienso y Mirra.

Ella, ayer, Solemnidad de la Epifanía, también a las 20,08 h supo ofrecerle a Dios el cofre de su Alma con su Oro, su Incienso y su Mirra.

. Su oro: su continuo amor de entrega al Señor. Y esto se ha concretado en su vida en la entrega generosa a su familia, servicio y disponibilidad con sus vecinos, visitas a los enfermos en cualquier barrio del pueblo acompañada de mi madre, esforzándose en las generosidad con las Capuchinas,  de las cuales, contando con la Caridad de mucha gente que daban sus donativos cada Navidad, se solía decir “para las monjas de María Hidalgo”; algo que hizo suyo propio y de todos. Permaneció con las puertas abiertas de sus casa ante cualquier necesidad y ¡por qué no decirlo, cuando hace 35 años, tiempo difícil para la Hermandad de Jesús de las Torres, a la hora de dar el paso para coger el relevo de ser Hermano Mayor, ella fue una persona decidida y valiente que alzó  la mano para decir “ si no hay nadie aquí estoy yo”.

Se apostó por otro pero quedó como anécdota que fue la primera mujer cofrade jesuita que hizo ademán de coger las riendas de una difícil institución y asociación como la Archicofradía.

Su devoción al Señor de las Torres hizo que su vida estuviera ligada a la cofradía y acogió en su casa a personas emblemáticas o enseres con cuido, cariño y respeto.

 . Ella supo ofrecer a Dios en el cofre de su vida el segundo regalo: el incienso que fue su constante Piedad y Oración, viviendo íntimamente unida a la Presencia Real y Sacramental de Dios.

Puso a pesar de sus devociones particulares a Dios en el centro de su vida; lección magistral para muchos, cuando hoy en día se olvida el lugar que debe ocupar Dios en tu corazón y en tu vida personal.

Siempre Dios, por encima de todo Dios, a pesar de todo Dios y parafraseando a Santa Teresa, con la expresión que María Hidalgo nos enseña a todos, “Sólo Dios basta”.

 . Ella supo ofrecer ayer como el Tercer Rey, la Mirra, que significa la aceptación paciente del trabajo, del sufrimiento y de la dificultad en la vida:

*Sentir como ella la ausencia de su madre al tercer día de nacer aunque encontró la presencia maternal de la Virgen de Flores,

¡Qué ganas tenía María, decía, de dejar este Mundo para abrazar a su a madre!

*Sentir como ella la experiencia de ser hija de un mártir de la guerra fue muy duro cuando tan sólo contaba con 8 años. Pero jamás vivió con rebeldía y rencor y aceptó esa situación personal con la mayor paz posible, perdonando y rezando.

Tuvo la satisfacción antes de morir de haber visto el nombre de su padre en el listado de aquellos que serán beatificados cuando Dios quiera.

Tuvo a Dios como el Padre bueno que le abrazaba en tiernos y duros momentos.

 ¡Y muchas más dificultades que quedó entre ella y Dios y algo en el Sacramento de la Confesión! Pero todo vivido en el silencio, sacrificios, renuncias  y ofrecimientos.

 4)    La cuarta actitud de los Reyes Magos es que, según el evangelio, vuelven a su tierra por otro camino; un camino como el de María, marcado por Dios.

Desde hace 7 días ingresada en el hospital pidió hablar conmigo para confesar y comulgar. Le administré  también la Santa Unción.

Una buena preparación como cristiana a un buen morir, volviendo por otro camino distinto, el que lleva al Cielo; un camino marcado por la Recomendación del Alma o el “Alma de Cristo”, o la partícula de la Comunión Eucarística, arropada por los suyos, en un hospital que no sólo lleva el nombre de un gran Santo, San  Juan de Dios, aquél que no deja morir a nadie sin contemplar la cruz en la cabecera, sino que, providencialmente, de su padre.

Ni un año del desenlace de su esposo pero como ella quería: lo más rápido, lo más dulce, con la mejor preparación.

¡Ya quisiéramos muchos morir como ella!

 Antes de ayer, antes de entrar en un estado más grave, se despidió de mí diciéndome “hasta mañana si Dios quiere”.

 ¡Claro que sí! Dios quiso que, al día siguiente, en la Patena, me encontrara contigo de nuevo.

Como tú decías “Jesús Nazareno de las Torres en vos confío” “Virgen de Flores ruega por nosotros”

 

      Tu sobrino, Antonio Jesús Carrasco Bootello

              Sacerdote y Acompañante Espiritual

 

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