En mi entorno, siempre fue grande la celebración del Corpus Christi. Recuerdo como mi abuela Antonia celebraba esta solemnidad, probablemente en memoria de su padre y su hermano -ambos se llamaban Salvador-, que tanto la marcaron. En su casa, donde vivo desde que fundé mi familia, hemos tenido la oportunidad de acoger la imagen del Señor de las Torres hasta en tres ocasiones que yo recuerde -alguna de ellas por obras en la Capilla-.
Las dos más significativas fueron con motivo del altar de la Hermandad para la procesiónde Jesús Sacramentado, siempre en una ubicación cercana a la calle negrillos.
En 1913, esta particularidad d sirvió cómo excusa para que las tías de mi abuelo Lucas lo hicieran hermano. Tenía solo nueve años y como Acción de Gracias por tener a Nuestro Padre en la casa lo convirtieron desde pequeño en nazareno de vela. Es curioso y recomendable comprobar como en la Hojita Parroquial se anunció la preparación de aquel veintidós de mayo por medio de don Manuel Domínguez Naranjo, párroco de gratísimo recuerdo por ser el ideólogo de la Hojita Parroquial, publicación quincenal que durante casi veinte años nos regaló datos históricos de incalculable valor.
Por ello he creído oportuno vincular aquel escrito con el mío de hoy. Se comprueba en el mismo que en 1907 había la costumbre -como en otros pueblos de Andalucía- de que imágenes de «Santos» acompañaban al Corpus Christi. tuve la suerte de experimentar el año pasado la procesión en Cádiz y se hace así. Ampliar aquí
Setenta y un años después Jesús volvió a nuestra casa para el altar montado el 21 de junio de 1984, quinto centenario de la reconquista de Álora por los Reyes Católicos y fecha en la que las cofradías de Semana Santa retomaron la buena costumbre del montaje de altares. Entonces -como se aprecia en la foto- tenía catorce años y nunca había vivido tan gozosa experiencia. Esta vez fue en el Pasaje de Martos la ubicación que hizo las delicias de niños y mayores. Nos parecía mentira tener tan cerca a nuestro venerado Titular.